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GUÍA SENCILLA PARA ACOMPAÑAR Y ENTENDER LAS RABIETAS

Todos los niños tienen rabietas. Es algo completamente normal y esperable en la infancia. No es que tu hijo sea “intenso” ni que estés haciendo algo mal. Las rabietas forman parte del desarrollo emocional, especialmente entre los 18 meses y los 5 años, cuando los peques están aprendiendo a reconocer y expresar lo que sienten… y todavía no saben cómo hacerlo.

En esos momentos de desbordamiento emocional, el niño no actúa para manipular ni para llamar la atención. Simplemente no sabe qué hacer con tanta emoción junta. Se siente frustrado, cansado, molesto, o todo a la vez, y lo expresa como puede: llorando, gritando, tirándose al suelo o dando portazos.

Y aquí entras tú, con tu paciencia puesta a prueba y toda tu buena voluntad por delante.

Entonces, ¿qué podemos hacer cuando llega la rabieta?

Lo primero es recordarte que no necesitas solucionarla. Solo necesitas acompañarla. Tu hijo no necesita un discurso en ese momento. Necesita que estés ahí, que seas su calma cuando él no la tiene.

Durante una rabieta, el cerebro emocional del niño (la parte más primitiva y reactiva) se activa completamente, mientras que la parte racional se “apaga”. No razona, no escucha, no comprende. Por eso, gritarle, amenazarle o intentar convencerle no funciona.

5 claves para gestionar las rabietas con respeto y firmeza:

1. Mantén la calma. Sí, sabemos que no siempre es fácil. Pero tu serenidad es la mejor guía para tu hijo. Si tú estás en paz, aunque por dentro estés agotado, él sentirá que puede volver a sentirse seguro.

2. Valida su emoción. Aunque no entiendas el motivo, valida lo que está sintiendo. Frases como “entiendo que estés enfadado” o “veo que eso te ha molestado” ayudan mucho más que un “no es para tanto” o “deja de llorar”.

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3. No intentes razonar en pleno llanto. Guarda las explicaciones para después. En medio de la rabieta, lo mejor es estar presente, sin exigir que se calme rápido ni pedirle que entienda nada.

4. Acompaña desde la presencia. Hay niños que quieren contacto físico y otros que prefieren espacio. Ambos están bien. Puedes decirle: “Estoy aquí cuando me necesites” o “te abrazo cuando tú quieras”. Lo importante es que sepa que estás disponible.

5. Pon límites desde el cariño. Acompañar no es ceder. Puedes mantener el “no” sin dejar de ser respetuoso: “No vamos a comprar eso, cariño. Entiendo que te moleste. Estoy aquí.” Ser firme no es ser duro.

¿Y si me equivoco?

No pasa nada. A veces perderás la paciencia. A veces te saldrá un grito. Lo importante es reconocerlo, pedir perdón y reconectar. Eso también enseña a tu hijo que todos nos equivocamos y todos podemos reparar.

Las rabietas no son una fase para eliminar. Son una oportunidad para enseñar a tu hijo que sentirse mal también es parte de la vida, y que hay formas respetuosas de acompañar lo que sentimos.

Así que la próxima vez que venga la tormenta, no te agobies. Respira. Recuerda que tu presencia serena vale más que mil palabras. Y que lo estás haciendo muy bien.

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